Cuando te creo olvidado, apareces.
La última vez, resurgiste de los subsuelos, como una anima distinta y triste. Yo estaba distraída. Estabas tan diferente que tuve que mirarte dos veces. Creo que lo notaste, porque de inmediato acercaste tu mano a tu cara y volviste a ser el mismo, en un segundo.
Es bueno saber que existes, aunque te olvide siempre.
Maldecir las coincidencias que me hacen llegar tarde a mis clases toman un sentido diferente cuando por algunas razón tomo una calle diferente y ahí estás caminando tú, entre los dormilones y trasnochados.
Mis alegrías son tan sencillas. Viviría así por siempre: encontrándote infinitamente, sorprendiéndome cada día.
Yo a mi alegría, tú a tu desconocimiento.
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on 24 de octubre de 2007
at 8:09 p. m.
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