Cuando tiraste aquella joya, pensé que sería la última vez que te permitiría hacerlo.
Caminaste sin volver la vista y luego te perdiste entre la niebla espesa del espacio que nos separa. Oí que comenzabas a susurrar, pero preferí pensar que estabas hablando solo. Luego subiste la voz cada vez más, hasta que ya era imposible pretender que yo estaba sola en aquel mundo que había vuelto a ser mío.
Este camino ya me lo sé de memoria, ¿para qué sigues buscandome? ¿No te dije acaso que no podrías encontrarme si te alejabas?
La joya quedó brillando a la luz de la luna... y yo sólo la cubrí de tierra con mi mano, para que nunca más pudieras encontrarla.
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on 12 de marzo de 2010
at 2:57 a. m.
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